O eso es lo que se creía, pues la incorporación de la mujer en todos los órdenes que la sociedad ha experimentado en los últimos años ha supuesto que en el campo de las adicciones – y en concreto de las demandas terapéuticas – las adicciones femeninas hayan dejado de ser circunstancias excepcionales y se hayan convertido primero en curiosidad y luego en foco de atención y preocupación para los profesionales que intervienen en este campo. De hecho, el número de mujeres alcohólicas ha crecido espectacularmente pasando de una proporción de casi 5 varones por cada mujer en los años 70 a solo 3 varones por cada mujer en la actualidad. Y la cosa no queda ahí. La demanda de tratamiento de la mujer alcohólica es muy superior a la del hombre, de manera que por cada dos varones hay una mujer en tratamiento. En nuestro caso, incluso llegamos a igualar la cifra de varones y mujeres en tratamiento, lo que implica, por un lado, que la mujer alcohólica tiene menos reparos que el hombre a la hora de demandar ayuda terapéutica y, por otro, que la cualidad de la misma está cambiando. Las anteriormente escasas mujeres de los grupos de alcoholismo forman un núcleo fuerte que confiere un carácter especial al grupo pues se habla más fluidamente de afectos y emociones, se tiende menos a la temida inercia hacia la “charla de café”, se afina más en la profundización de un sentimiento, etc.

 Las circunstancias cambian, no obstante, si nos referimos a otros ámbitos como, por ejemplo, el submundo marginal donde se consumen drogas ilegales en condiciones higiénicas y de calidad de vida precarias. En  él la situación de la mujer se vuelve pésima ya que tiene que adaptarse a un entorno duro y hostil en que impera la ley del más fuerte. Para sobrevivir, la mujer suele asociarse a un varón que le proporciona droga o acaba vendiendo drogas ella misma de forma arriesgada,  pudiendo llegar a prostituirse o ambas cosas a la vez. Si antes decíamos que la mujer alcohólica demanda tratamiento con mayor facilidad que el hombre, en este caso ocurre al revés. Aunque parezca mentira, la mujer heroinómana que hace una vida “tirada”, que sufre carencias, maltrato, extorsión, etc. tarda más tiempo que el hombre en iniciar tratamiento. Efectivamente, si por cada heroinómana hay aproximadamente 4 ó 5 varones consumidores, la proporción de mujeres que solicitan tratamiento desciende a 1 por cada 7 heroinómanos. Mientras que una de las razones que arguyen las mujeres para esta tardanza es la desconfianza en los centros de asistencia, en nuestra opinión concurren factores como los siguientes: las mujeres tienen mayor disponibilidad de droga y más prejuicios hacia el tratamiento y las heroinómanas  se endurecen tanto debido a la vida que llevan que cuesta – siempre en términos generales – más trabajo tratarlas porque antes tiene que desmontarse todo ese bagaje actitudinal negativo que arrastran.

 La mujer y su mundo suponen un universo próximo y a la vez desconocido que demanda una atención similar pero sutilmente diferente. Y en estas diferencias es donde pueden producirse las confusiones y la desorientación pues la mujer se siente aún extraña en muchos dispositivos donde sus características femeninas y la singular manera de vivir, experimentar y manejar sus problemas se topa con la mirada sorprendida del profesional y, en los peores casos, con una discriminación obviamente inconsciente fruto de la incertidumbre del terapeuta. Algunas mujeres incluso se han llegado a sentir proscritas, no intencionadamente, porque el espacio terapéutico al que llegaban estaba totalmente dirigido a hombres. Aunque lo anterior nada tiene que ver con un feminismo primitivo sino más bien con el cotidiano pragmatismo, creemos no obstante que resulta tan erróneo aplicar modelos fenomenológicos y curativos creados a partir de referentes masculinos sin traducción alguna como confeccionar paradigmas femeninos que desdoblen la asistencia y sean lo mismo pero cambiados de signo. Resulta imperativo que quienes busquen respuestas en este libro no olviden que los fenómenos adictivos no tienen género y que, debido a ello, mucho de lo que se conoce sobre los mismos sigue tan vigente al hablar de adicciones femeninas que ya se cuenta con parte del camino andado. Esperamos así tranquilizar a quienes hayan podido sufrir una crisis de planteamientos y de validación profesional por este motivo.

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