La adicción al trabajo es algo de lo que cada vez se escucha más hablar tanto a nivel académico o profesional, como en el día a día.

Ver artículos en la prensa o leer opiniones al respecto en internet es cada vez más frecuente. Y, pese a no ser un término incluido aún como categoría diagnóstica propiamente dicha, cada vez apunta más a ser una nueva problemática (de naturaleza ¿psicológica?, ¿social?) reconocida.

Merece la pena pararse a pensar por un lado qué características tiene que cumplir una persona para ser considerada adicta al trabajo. Y por otro, qué función social y cultural cumple hoy en día el trabajo; así como qué características tiene el ámbito laboral hoy en día que favorece el desarrollo de una adicción.

El término “adicción al trabajo” o workaholism (como analogía al término alcoholism) fue utilizado por primera vez por Oates (1971) para referirse a su propia relación de dependencia con el trabajo. Para Oates, esta relación se caracterizaba por una necesidad continua e incontrolable de trabajar que acaba por afectar a la salud, el bienestar y las relaciones de la persona con su entorno (Aguilera, 2017).

Este constructo va en línea con el auge de las llamadas “adicciones comportamentales” o “adicciones sin sustancia”; por contraposición a las clásicas “adicciones químicas” o “drogodependencias” caracterizadas con el consumo de una sustancia o droga. Algunos ejemplos más sonados son el juego patológico (ampliamente aceptado hoy en día como una adicción más); las adicciones tecnológicas (a internet, al móvil) o la adicción a las compras. Desde esta perspectiva, se considera que cualquier conducta normal placentera es susceptible de convertirse en un comportamiento adictivo (Echeburúa, 1999).

Es necesario destacar que el adicto al trabajo está lejos de ser un mero trabajador comprometido y apasionado con su trabajo.

De hecho, este tipo de persona acaba descuidando su salud, sus relaciones y su tiempo de ocio, ya que todo lo ajeno a su desempeño laboral pasa a estar en un segundo plano. Esto acaba generando un estrés y un malestar psicológico, así como un aislamiento social, que va en detrimento de su capacidad productiva, pese a que en los estadios iniciales está pueda aumentar.

Entre las diferentes definiciones que desde 1971 se ha venido dando al término, se aprecia un consenso acerca de ciertos rasgos de la persona con adicción al trabajo. Estos son:

  • El impulso a trabajar excesivamente por presiones internas
  • Los pensamientos recurrentes sobre el trabajo cuando no se está trabajando 
  • Trabajar más de lo que razonablemente se espera o se exige por parte de sus superiores.

Además, a esto se podría añadir que:

  • La persona no presta atención a las consecuencias adversas que este ritmo de vida tiene en su bienestar físico, psicológico y social (4) (Aguilera, 2017).

También hay autores que añaden las emociones negativas de culpabilidad y ansiedad que aparecen cuando no se están realizando las actividades laborales (Reig-Botella y Cabarcos, 2020).

La adicción al trabajo cuenta con la peculiaridad de que, en algunos ámbitos, lejos de estar estigmatizada socialmente, está bien vista.

Es por esto  que se le ha llegado a denominar una “adicción limpia” (Moreno, Gálvez, Garrosa y Rodríguez, 2005). Esto está relacionado con la realidad social y cultural; de forma que actualmente en el mundo occidental, el trabajo tiene una importancia nuclear a la hora de conformar la identidad de la persona y su estatus social. De hecho, en algunos ámbitos, incluso se considera positivo este ritmo frenético y obsesivo de trabajo, al generar un aumento del beneficio económico. E incluso llega a considerarse un modelo de comportamiento laboral para el resto de los/as trabajadores/as (Aguilera, 2017).

Este fenómeno ocurre especialmente en entornos laborales muy competitivos, en puestos con gran presión y excesivas demandas laborales.

Es decir, existen factores o características estructurales del trabajo que aumentan la probabilidad de desarrollar una adicción al mismo, o potenciarla. Las más destacadas son; la sobrecarga de trabajo, la presión temporal y las fechas tope difícilmente asumibles (Salanova, Líbano, Llorens y Schaufeli, 2007).

En resumen, la adicción al trabajo es una adicción comportamental emergente que seguramente dé mucho de qué hablar en las próximas décadas. La interacción entre factores personales, sociales y del trabajo crean un caldo de cultivo que lleva a que la persona se enganche de tal forma a su trabajo que nada fuera de él es percibido como placentero ni merecedor de esfuerzo. La adicción al trabajo, lejos de ser una característica “positiva”, es un daño psicosocial más (Salanova, Líbano, Llorens y Schaufeli, 2007); y por ello parte del trabajo que debe hacerse para evitar la proliferación de estos casos es en primer lugar desmitificar este tipo de conductas.

Autor:

Laura Cachón Alonso

 

  • Reig-Botella, A. y Cabarcos F. A. (2020). El impacto de la adicción al trabajo en las organizaciones: causas y repercusiones en el bienestar laboral de los trabajadores.  RIHUMSO 17(9) pp. 3-24.
  • Aguilera, A.M. (2017). Workaholism: la adicción al trabajo. La Ciencia en la Calle, 1(1), 1-12.
  • Echeburúa, E. (1999). ¿Adicciones sin drogas? Las nuevas adicciones: juego, sexo, comida, compras, trabajo, internet. DDB.
  • Moreno, B., Gálvez, M., Garrosa, H. & Rodríguez, R. (2005). La adicción al trabajo. Psicología conductual, 13(3), 417-428.
  • Oates, W.E. (1971). Confessions of a workaholic: The facts about work addiction. World.
  • Salanova, M., Líbano, M., Llorens, S., & Schaufeli, W. B. (2007). ¿Qué es la “adicción al trabajo? Notas Técnicas de prevención: Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo.