Hay veces en las que me pregunto por qué ocultamos las cosas, las falseamos.

Es obvio que mientras somos consumidores, ocultamos nuestra situación para poder seguir bebiendo sin tener que dar explicaciones a nadie. Y aún sin ocultarlo, seguimos bebiendo porque queremos, y a veces nos da igual lo que nos rodea. Somos nosotros mismos, genuinos, únicos y nos ponemos el mundo por montera. Eso si, solos.

Pero, una vez que somos conscientes de nuestra condición, y hacemos esfuerzos por salir de ella, o nos creemos que los hacemos, porque la mayoría de las veces, no sino hacernos trampas al solitario, ¿por qué nos cuesta tanto dar el paso y pedir ayuda?

Pedir ayuda significa reconocer que tenemos un problema. Y no solo reconocerlo ante nosotros mismos, sino que tenemos que reconocerlo ante otros.

Solo he tenido dos entrevistas para iniciar un tratamiento, una aquí otra en otro centro. En ambas, el hecho de oírme decir en voz alta que soy alcohólico fue brutal. Me daba cuenta del relato que escuchaba de alguien, que era ¿yo? Me emocionaba terriblemente. Retumbaba en mis oídos y en mi cabeza y me hacía sentir culpable. Culpable de beber y querer beber. Culpable de mentirme a mí mismo, y volver a beber a pesar de las veces que he dicho que era la última y no iba a ocurrir más.

Culpa que no hacía sino hacerme seguir consumiendo, y viviendo en un mundo paralelo de mentiras y engaños. Una vida en la que al margen de cubrir el expediente de ir a trabajar y estar en casa a las horas normales en las que tenía que estar (aunque solo estaba mi cuerpo, mi mente estaba en otro sitio), no tenía otro objetivo que la bebida, cómo conseguirla, cómo consumirla y cómo deshacerme de los restos de la misma. Todo ello sin levantar sospechas, sin dejar rastros.

Un experto de la ocultación, el engaño y la mentira.

Y a pesar de esa emoción y ese sentimiento y escuchar ese relato desgarrador en las entrevistas, al día siguiente volvía a beber. Y la culpa volvía y entraba en un bucle sin fin.

Y uno decide que quiere salir de ahí y volver a la vida de verdad, y empezar el tratamiento. Escuchar ese click. Y mientras tanto, hay que reconocer de verdad que uno es alcohólico y tomar conciencia de ello. Y se lo tienes que reconocer a los que quieres … y no sabes cómo va a salir la cosa. Y ahí viene ese miedo a reconocer las cosas. ¿Es miedo a nosotros mismos? ¿Es miedo a la reacción de los demás?

Es miedo porque llevamos tiempo decepcionándonos a nosotros mismos. Y decepcionando a los que nos rodean. Y siendo el pelele de algunos. Y siendo violento con otros. Es miedo a contárselo a los demás y que no lo entiendan y que también se sientan decepcionados y nos rechacen. Miedo a sentirse culpable. Es miedo a quedarnos más solos aún. … Y en ocasiones ese miedo es el que nos impide tomar la decisión correcta y estar aquí.

Pero una vez que lo hemos hecho, el camino vuelve a ser duro, incluso más que antes.

Tenemos que luchar contra todo eso que ahogábamos en alcohol y sin alcohol en el que ahogarlo, además de mantenernos firmes y ser capaces de seguir el camino que nos hemos marcado para no caer de nuevo. Tenemos que redescubrirnos como personas. Y además tenemos que hacer las paces con nosotros mismos y el resto del mundo; tenemos que pedir perdón y perdonarnos. Pero esto último da para varios autoanálisis.

Y venimos cada semana a nuestra catarsis colectiva para que entre todos superemos nuestros miedos, nuestros temores y ayudados por la experiencia de todos seamos capaces de afrontarlos, superarlos y mirar a la vida y a nosotros mismos con una mirada diferente.

Gracias.

¿Necesitas ayuda?