Evitar la soledad a cualquier precio supone un gran coste psicológico, pues muchos momentos de la vida de cualquier persona se representan en este escenario.

Huir de la soledad como solución

Huir por sistema de la soledad – sea en su versión física o emocional – llega a resultar incómodo y displacentero; generando en el individuo una sensación de angustia cada vez que tenga que estar solo de la que puede tratar de evadirse mediante acciones peligrosas para su salud corporal y mental.

El consumo de drogas, la sobrecarga de trabajo sin una necesidad objetiva que la justifique y la búsqueda apremiante de actividades en compañía de otras personas presentan, en muchas ocasiones, un trasfondo evitativo de la soledad que aleja al sujeto de la relación consigo mismo e incluso le conduce a sentirse amenazado por los afectos y contenidos mentales que se activan en ausencia de los otros.

La soledad no querida sabe a abandono, a rechazo, a vacío, a desprotección, a miedo. Y nadie quiere experimentar tales sentimientos, por mucho que los terapeutas insistamos en que nunca estamos solos de verdad; pues siempre nos tenemos a nosotros mismos como compañeros de viaje.

 

Diferencia estar solo y sentirse solo

Aunque es algo de sobra conocido, muchas personas no diferencian estar solas de sentirse solas. Ambos conceptos se relacionan entre sí, pero no de una manera lineal, ya que en realidad son muy distintos.

Sentirse solo remite a la sensación subjetiva (llegando incluso a conformar una creencia irracional) de no tener personas con las que se pueda contar o en quienes se pueda confiar; incluso aunque se esté rodeado de gente.

Conquistar nuestra soledad es uno de los desafíos esenciales que plantea cualquier proceso madurativo. Además de las situaciones señaladas previamente, el caso de las dependencias emocionales ejemplifica lo nocivo que puede llegar a ser esta huida de la soledad. Muchos dependientes emocionales prefieren cualquier compañía a ninguna y ello les hace vulnerables a relaciones de amistad o de pareja con personas que no les tratan bien y que les hacen sufrir. Incluso les conduce a mantener relaciones que están agotadas o rotas, perjudicando seriamente su capacidad para tomar decisiones vitales y su concepto de sí mismos.

¿Cómo aprender a estar solo e incluso disfrutarlo?

    1. Identificando los beneficios de la soledad y convenciéndose (aunque sea teóricamente) de las mejoras que proporcionará la misma, ya que no se puede emprender un cambio del que no se espera nada favorable.
    2. Buscando actividades en solitario que te agraden. Llévalas a cabo “como si te apetecieran” para no ceder ante el argumento de que ninguna actividad te resulta atractiva porque no te gusta estar solo. Si se procede de esta manera hay que tener en cuenta que al principio es de esperar que no se disfrute de la actividad escogida por la falta de costumbre, pero es muy importante seguir practicando. Si pasado un tiempo no disfrutas de la misma, cambia y busca otra.
    3. Asegúrate de elegir un momento para dicha actividad en el que puedas estar tranquilo y sin prisas.
    4. No te dejes llevar por la falsa creencia de que hacer algo agradable en soledad es perder el tiempo. El sano aprovechamiento del tiempo en soledad para descansar o disfrutar ayuda a ser más productivo en el trabajo u otras obligaciones que tengas que cumplir.

    5. Hacer cosas en soledad no significa no tener amigos pues una vida social saludable y activa es perfectamente compatible con tener aficiones en solitario; y el disfrute de éstas influye beneficiosamente en las interacciones sociales. En el caso de las relaciones de pareja, tener aficiones al margen de la misma ayuda a aportar más a dicha relación e impedir que consuma todos los espacios y tiempos de cada miembro de la pareja.
    6. Si nos da miedo o vergüenza que otras personas nos vean hacer cosas solos, debemos recordar que los demás no suelen estar analizando continuamente nuestro comportamiento. Llevar a cabo actividades en solitario, nuevamente, es compatible con mantener otros espacios mas sociales; ya que el objetivo de las mismas no es convertirse en un ser huraño e intratable. No se trata de reemplazar lo uno por lo otro; sino de ampliar nuestro repertorio y nuestras posibilidades para poder elegir cuándo beneficia estar solo y cuándo acompañado.
    7. Estar solo no es sentirse solo. Las formas de combatir las distintas emociones displacenteras que puede generar una situación de soledad incluyen; la mejora de la calidad de las relaciones que se tengan y, paradójicamente, aprender a estar solo y a disfrutar de nuestra propia compañía; mejorando con ello la autonomía, el autoconcepto y la relación con uno mismo.

Autor: Leandro Palacios

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