Este síndrome, pues, suele afectar a personas normales, de edad avanzada, que tienen dificultades con la visión debido precisamente a la edad. Los pacientes saben perfectamente que estas visiones proceden de su cerebro, que no son reales. Las visiones pueden ser de objetos corrientes, como una botella o un sombrero, pero también pueden verse cosas extraordinarias, como dragones, ángeles, animales de circo, payasos y elfos. Las imágenes son en blanco y negro, pero también en colores, estables o en movimiento. Raramente son amenazantes.  Una mujer, por ejemplo, vio por la ventana muchas vacas en el prado y al ser invierno se quejaba de la crueldad del campesino. Su asistenta le respondió que no veía ninguna vaca y, enseguida, la mujer, un poco avergonzada confesó que sus ojos le traicionaban. Parece evidente que estas imágenes que se producen en este síndrome de Charles Bonnet proceden de la memoria y, a veces, parecen más reales incluso que las imágenes normales y reales. La cuestión, pues, sería: ¿cómo es posible que distingamos las imágenes que proceden de nuestra percepción visual de las que el cerebro “rellena” cuando le faltan? Porque estamos, sin duda, ante un fenómeno ya conocido por otros motivos que nos dice que cuando al cerebro le falta información la genera él mismo recurriendo, probablemente en este caso, a las imágenes visuales que tiene almacenadas en la memoria. Como decía el psicólogo norteamericano William James a finales del siglo XIX: ‘mientras una parte de lo que percibimos llega por los sentidos del objeto que está ante nosotros, otra parte siempre viene de nuestra mente’. Dicho de otra manera, la percepción es un fenómeno activo y no pasivo como suele entenderse(leer +)

Fuente:  Francisco J. Rubia  Neurociencias. Blog de Tendencias 21

Vídeo explicativo           (dailymotion – Raul Espert)