Me habían diagnosticado de muchas cosas pero todo lo alimentaba mi famoso TAG (trastorno de ansiedad generalizada) que me atacaba cuando menos lo pensaba y me hacía cometer todo tipo de locuras porque cuando  me daba la crisis nada me sujetaba, necesitaba desesperadamente y me daba por huir hacia adelante sin medir las consecuencias. Al final acababa ingresada de urgencia en hospitales de Madrid. Una de las veces para calmarme ingerí muchas pastillas y también acabé en urgencias.

Debajo del TAG (o encima, ya ni lo sé), tenía un trastorno depresivo recurrente, o al menos así me lo diagnosticaron. Empecé a sentir un vacío insoportable. La ansiedad nunca me dejaba. Tampoco dormía y cuando lo hacía duraba unas pocas horas y con pesadillas. Cada vez peor. Sin remedio. Ingresos reiterados en clínicas y vuelta a las andadas cuando me daban el alta. Siempre deprimida, desolada, angustiada y sin fuerzas para nada. De cuando en cuando una crisis de TAG me llevaba a los hospitales. Esa era mi vida y ese era mi plan, metida en mi mundo oscuro del que solo salía para agitarme y sufrir si cabe aún más.

Cuando me vieron en Spiral enseguida me orientaron a un tratamiento residencial en Vañes en primera instancia, cosa que no me agradaba pero acepté (“peor que me encuentro no voy a estar”).

Nada más llegar tuve un episodio de TAG que casi me lleva a abandonar. Pero me dieron algo y se me pasó. Además empecé a dormir bien desde el primer día, cosa importante para mí. La depresión también empezó a mejorar, aunque lentamente y de forma desigual. El vacío lo seguía teniendo, pero estaba más vital y con ganas de relacionarme. El grupo y las terapias me ayudaron inmensamente. Fui empezando a profundizar en cosas que tenía absolutamente olvidadas. Me sorprendía de mi misma, de que yo fuera aquella mujer. Al mismo tiempo me decían que tenía buena capacidad de análisis que no sabían por qué no la había explotado hasta la fecha. Las crisis de TAG se fueron distanciando y ya no eran tan intensas. La depresión fue desapareciendo. El sueño seguía bien. Pero……………., pero aquí empezó a debutar mi tercer problema. Ya había aflorado en las terapias individuales un asunto del que no era consciente pero que afloró al mejorar de otras cosas. Como una manzana que pelas y cuando llega a la parte sana aparece un bicho dentro. Mi “bicho” era la dependencia emocional. No quise reconocerlo al principio, pues con tantos síntomas no estaba como para hablar de mis amores. Y lo cierto es que descubrí que todo provenía de una especie de duelo no resuelto por un chico que me dejó y al que quería con locura. Hasta tal punto que no lograba olvidarle ni un solo día. Afrontamos el problema decididamente y ahora sí, ahora siento que la cosa está encaminada porque hemos cogido el toro por los cuernos. Con gran dolor eso sí, pero noto que cada día que pasa soy un poquito más yo misma y un poquito menos la mujer que dependía de un ex novio.

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