Al comparar el antes y el después se puede ver más claramente la diferencia entre las fases del tratamiento dentro de la “mirilla” que se nos ha ofrecido que no deja de ser la más social de todas. Pero te puedes dar cuenta de una contradicción, al menos para mi lo ha sido, al pensar que en esta primera etapa que es en la que más les cuesta el aspecto emocional en general (identificar, nombrar, gestionar e interiorizar sus propios sentimientos y los de su entorno más cercano), en cuanto estás media hora allí casi se puede ver la carga emocional que hay en esa casa. A poco que hables con ellos, adiós. Esos sentimientos están en tu garganta como un nudo, aprietas los puños y te quedas sin saber que contestar a un “tío” que te está contando que lleva drogándose desde los 13 años, tiene 43, un hijo, su padre murió cuando él tenía 15 y probablemente mientras estaba puestísimo, ha tenido 6 sobredosis que casi le dejan en el sitio y su madre está enferma casi moribunda.

Y ahí, con las piernas temblando (y no de frío) te planteas seriamente si una persona con esa trayectoria y esa situación saldrá finalmente de esto. Y sobre todo cómo puedes tú ayudar a esa persona. Yo hoy llego a casa más que nunca creyendo en el poder de la palabra y la magia de la comunicación. Porque vivimos en un mundo en el que buscamos soluciones milagrosas, inmediatas, fórmulas enrevesadas y trucos baratos para absolutamente todo. Cuando lo que tenemos que hacer es pararnos, hablar y escuchar. ¿Por qué tantas veces obviamos una de las cosas para las que estamos programados?. Y me tengo que incluir porque lo que he visto en Vañes son cosas que nos pasan a todos, al menos a mi si, a una escala muy elevada. Pero que te hace parar a pensar y a preguntarte por qué podemos llegar a ser tan sumamente idiotas los seres humanos. Tan idiotas de pensar que una, dos, cien mil rayas de coca o 4 litros de ginebra van a hacer que deje de sentirme solo, que mi padre deje de estar muerto, que mi mujer no me abandone, que sea capaz de eso que creo que no soy capaz, que deje de aburrirme de por vida y un larguísimo etcétera. Y después del gran forzoso aterrizaje, encima de seguir con esa losa que traías de serie, resulta que la adicción te regala cien mil losas más. Pues con todo eso coge tu y escala el Everest. Y tú, como psicólogo, siendo la línea de vida coge y no te impliques emocionalmente. Imposible en mayúsculas, en negrita, subrayado y en cursiva.

La experiencia ha sido brutal, muy intensa y súper emocionante. Literalmente con la lágrima a punto de caer en muchos momentos y yo no sé qué me depara el futuro, sólo sé que estos días más que nunca en los últimos 5 años siento que es esto lo que quiero hacer en la vida.

Mil gracias.