Es comprensible que la entrada a terapia de grupo genere ciertas dudas y temores.

El paciente dará el paso de una terapia centrada únicamente en su proceso a compartirlo con un grupo de personas que, en muchos casos, serán desconocidos. Por esta razón, es totalmente lícito y normal que surjan dudas como ¿de verdad necesito yo esto? ¿qué me puede aportar abrirme delante de desconocidos? ya tengo familia y amigos ¿por qué necesito un grupo de terapia? ¿y si empeoro por ver a personas sufriendo más que yo?

Sin embrago, el grupo es un medio terapéutico capaz de ofrecer nuevos y valiosos aprendizajes que se escapan de la terapia individual. Es imprescindible llevar a cabo una preparación pregrupal con el paciente para aclarar sus ideas preconcebidas y hacerle consciente de las múltiples ventajas que trae la terapia grupal. En este post se tratarán de recoger algunas de las descritas por Vinogradov y Yalom (1996), dos de los grandes especialistas en terapia de grupo, no obstante, es importante tener en cuenta el clima que se genera en un grupo es difícil de explicar con palabras.

Grupo como recreación del grupo familiar primario

Los seres humanos nos formamos en gran parte a partir de las interacciones con nuestro contexto cercano, con nuestras figuras de apego. A partir de estos vamos a desarrollar mapas mentales de relación que, en función de cómo se hayan construido, pueden resultar más o menos adaptativos. De esta forma, al entrar en relación con otra persona estos mapas mentales se activan para que podamos relacionarnos de la forma que conocemos.

En la terapia bipersonal, paciente-terapeuta, generalmente se activa un modelo de relación con una figura de autoridad, lo cual permite un aprendizaje y evolución tremendamente valioso, como muchos pacientes han podido comprobar. No obstante, al integrarse en una terapia de grupo se activan un número mucho mayor de mapas de relación al tener que interactuar, a parte de con la figura del líder, con iguales, es decir, con el resto de los miembros del grupo.

En el grupo se desatan una gran variedad de procesos tales como la cooperación, competitividad, atracción, empatía, envidia, etc., todos ellos presentes en la vida diaria. De esta forma, el grupo puede servir como espacio de estudio, cuestionamiento y corrección de roles primarios para generar otros más adaptativos que se puedan trasladar a la vida social diaria de la persona.

Terapeuta como moderador

En muchos casos las dudas provienen del miedo de abrirse ante un grupo por falta de costumbre en compartir procesos íntimos o por experiencias traumáticas previas. De esta forma, debemos hacer consciente al paciente de que el grupo está liderado por un terapeuta formado que garantizará que el clima sea siempre constructivo y seguro para que se dé la maduración y el aprendizaje.

Aunque se permita que surjan todos los procesos naturales de la vida cotidiana, como envidias, competiciones, etc., el terapeuta se asegurará de que se desenvuelven siempre de forma que propicien el aprendizaje y no sean aversivos para los miembros del grupo. En conclusión, se debe hacer consciente al miembro que se unirá al grupo de que es un espacio de curación y que se encontrará supervisado para asegurar que se desenvuelva de tal forma.

Dar y recibir

En la terapia individual el paciente se encuentra en el centro del proceso, siendo este siempre el que recibe y el terapeuta el que aporta. Sin embargo, en la terapia de grupo estas funciones se disipan pues, además de recibir de un mayor número de personas, también tendrá la oportunidad de contribuir a sus procesos. Este proceso de “dar” a los demás miembros permite que tomen conciencia del valor de sus recursos y habilidades, aumentando en muchos casos la autoestima al sentirse capaz de ayudar a otra persona.

Grupo como lugar de confianza, apoyo y compartir.

Todos formamos parte de múltiples grupos, pero el clima que se genera en un grupo de terapia es completamente diferente. En la terapia de grupo se crea una matriz afectiva en la que los miembros son capaces de experienciar y expresar aquellas emociones importantes, a la vez que revelar partes de si mismos. En el grupo se hallan similitudes y diferencias con personas que están atravesando un proceso similar, lo que permite sentirse comprendido y apoyado, e incita a las autorrevelaciones. De esta forma, el grupo promueve un sentimiento de universalidad, de pertenencia, permite a los sujetos sentirse un miembro valioso de un grupo.

Esperanza

La entrada en un grupo de terapia arroja esperanza al proceso de recuperación por dos motivos principales. Por un lado, la confianza que el terapeuta deposita en una nueva forma de tratamiento, en un cambio en el proceso, ya puede generar en la persona expectativas y motivación de mejora. Por otro lado, y especialmente importante en las adicciones, en el grupo compartirá espacio de sanación con otras personas que, aun atravesando el mismo proceso, se encontrarán en lugares diferentes del mismo.

La identificación con testimonios de experiencias pasadas de personas que están en un punto más avanzado, infunde esperanza sobre el proceso personal de cada uno. Además, observar como otras personas atraviesan en la actualidad aquello que el paciente dejó atrás, le permitirá tomar conciencia del valor de su evolución.

Estas son solo algunas de las muchas ventajas que se obtienen a través de la terapia de grupo. Sin embargo, como he mencionado al comienzo del post, el clima que se genera en un grupo de terapia es difícil de trasladar a palabras, se percibe un constante ambiente de aceptación, apoyo y emocionalidad. La terapia de grupo supone un continuo experienciar y aprender, creando un refugio en el que cada persona es el espejo de sí mismo y de los otros, y cada uno puede encontrarse en dichos reflejos.

Bilbiografía

Vinogradov, S. y Yalom, I. (1996). Concise Guide to Group Psychotherapy. American Psychiatric Press