El tiempo libre

“Durante la cuarentena yo lo que hacía era consumir, consumir y consumir. Bebía por la mañana, por la tarde, por la noche… El no tener nada que hacer, no hablar con la gente, no tener motivaciones, hace que estés peor, y sólo bebes. Había mucho tiempo libre, estaba como aplatanado. No quería hacer nada. No tenía una rutina, como no trabajaba. Yo antes no bebía tanto, pero estando en casa todo el día eso fue a más”

Son las palabras de M, usuario del centro de día, al preguntarle sobre cómo llevó su adicción al alcohol durante la cuarentena.

Ante esta misma pregunta, R, también usuario del centro, me comenta lo siguiente:

“Yo en la cuarentena ya no consumía, pero es verdad que a veces se hizo más difícil. Me venían en algunos momentos más ganas de consumir. Las cargas o problemas se hacían más grandes. Pero lo llevé bien, porque ya sabía manejar el tiempo. Antes, cuando consumía, muchas veces lo hacía por aburrimiento. O al menos esa era la excusa. Si no tenía nada que hacer, pues lo mejor que había era consumir”

Aunque siempre es necesaria la teoría, la propia experiencia nos puede aportar también muchos datos y conocimiento. Las mismas personas que han tenido una vida marcada por el consumo y la adicción rescatan la importancia del manejo del tiempo. Ven el aburrimiento y la falta de actividades motivadoras como un gran peligro, el cual propicia el consumo y mantiene esta dinámica dañina.

Pero ¿Qué es el tiempo para una persona con adicción? ¿Cómo es percibido y manejado?

Es frecuente que personas con una adicción relaten que todos los días parecen iguales. De esto son más conscientes cuando ya se han rehabilitado, y comprenden el paso del tiempo de otra manera. Durante la etapa de consumo se tienen los ritmos alterados; se duerme de día, se activan de noche, no hay horario fijo para las comidas ni para actividades de la vida diaria.

Para entender mejor esta cuestión es útil hacer uso de la explicación fenomenológica del tiempo. Heidegger (1962), afirma que la temporalidad consiste en posibilidades de futuro, que son fruto del pasado con el presente. Por lo tanto, nuestros recuerdos, nuestro pasado y nuestro presente tienen un motivo, y ese motivo es el futuro (van den Berg, 1972). Sin embargo, la manera en la que experimentamos el paso del tiempo depende de nuestras intenciones, nuestra situación y nuestros objetivos.

El cambio es otro factor importante a la hora de experienciar esa temporalidad.

Según el punto de vista fenomenológico, el tiempo no se puede medir más que en el cambio de las cosas. Por tanto, es el propio cambio el que nos va marcando el ritmo del tiempo.

Las sustancias o comportamientos adictivos son imperantes para la persona, exigen que se lleven a cabo ya. Dominan el ahora, de manera que la persona permanece anclada en el presente. Estas sustancias o comportamientos no tienen futuro, ya que cuando se consumen o realizan acaban. Por lo tanto, no dejan pie a nada después, más que a volver a repetir lo mismo.

El futuro para una persona con adicción no parece inmediato, por lo que no es necesario prestarle atención. El pasado pierde importancia, ya que el presente es mucho más llamativo y exigente. Por tanto, ese sentido del tiempo encaminado al futuro del que hablan Heidegger, van den Berg y muchos otros no se da. Esa orientación se elimina, lo que genera en la persona una sensación de estatismo de las cosas, con la consecuente monotonía. De la misma manera, afecta a la vivencia de cambio. Si la vida se reduce a consumir, esperar para consumir (o hacer por poder consumir) y repetir de nuevo, no se deja espacio para el cambio, por lo que la percepción del paso del tiempo se ve alterada.

Las personas con adicción no tienen percepción adecuada de las consecuencias a medio y largo plazo, al estar anclados en el presente.

Cuando estas consecuencias o cualquier situación desagradable aparecen, se percibe como indefinida en el tiempo. Por tanto, para cortar la sensación de raíz se hace uso de las drogas o del comportamiento adictivo. Estas consecuencias volverán a aparecer, y la persona repetirá lo mismo una y otra vez, estableciéndose más en un presente sin futuro ni pasado claros.

Una de las situaciones o sensaciones desagradables que a la persona con adicción le impera eliminar es la frustración. Una característica de las adicciones es la impulsividad que genera. Cuando no se consigue lo que se quiere en el momento que se desea, aparece la frustración. Y es frecuente que aparezca en los periodos entre consumo y consumo, en los que la persona no sabe qué hacer, ni obtiene nada gratificante de la espera. En estos momentos es cuando aparece el aburrimiento, muy de la mano e incluso predecesor de la frustración.

Aunque está bastante generalizada la creencia de que el aburrimiento es consecuencia de las circunstancias, realmente es una emoción altamente subjetiva y arraigada en la conciencia. Si esa conciencia y subjetividad de la persona están alteradas, y se une con una fuerte impulsividad y carencia de temporalidad a futuro, el presente parece interminable, desagradable y aburrido. Y esta experiencia es de las cuales la persona quiere librarse inmediatamente, haciendo uso del objeto de su adicción.

Krotava y Todman (2014), demostraron que la predisposición al aburrimiento tiene una correlación positiva y significativa con el uso de drogas. Además, el aburrimiento es una de las principales razones alegadas para el consumo.

Este año, la pandemia generada por el COVID-19 nos ha obligado a romper con nuestras rutinas y hábitos establecidos. Hemos tenido que aplazar trabajos, estudios, ocio y relaciones sociales. Este cambio repentino ha generado que nuestro futuro se aplace mucho en el tiempo. La falta de actividades ha generado a su vez aburrimiento y frustración. Una persona con capacidad para adaptarse y aceptar la frustración, y para buscar estímulos o actividades alternativas habrá podido llevar mejor la situación. Pero para una persona con mucha impulsividad, carencia de percepción de las consecuencias, propensión al aburrimiento y falta de imaginación para buscar actividades motivantes, esta situación sólo ha agravado lo anterior. Este es el caso de las personas con adicciones, las cuales no relatan ellas mismas lo difícil de manejar bien el tiempo.

Por tanto, queda claro que es importante, además de dejar de consumir, aprender habilidades de manejo de la frustración, ganar conciencia del futuro y sus consecuencias, así como del pasado y sus cambios, y trabajar por encontrar actividades estimulantes y motivadoras para combatir esa sensación desagradable que es el aburrimiento.

Bibliografía

  • Gosline, A. (2009). El aburrimiento. Mente y cerebro, (39), 80-87.
  • Kemp, R. (2009). The temporal dimension of addiction. Journal of Phenomenological Psychology [La dimensión temporal de la adicción. Revista de psicología fenomenológica], 40(1), 1-18.
  • Krotava, I., & Todman, M. (2014). Boredom severity, depression and alcohol consumption in Belarus. Journal of Psychology and Behavioral Science [Severidad del aburrimiento, depresión y consumo de alcohol en Bielorrusia. Revista de psicología y ciencias del comportamiento], 2(1), 73-83.

Autora:

Esther Campoy García, estudiante de 4º de psicología