Como si fuera un final de curso, me he remontado a un parcial que creo tener cateado o, peor, al que no me presenté por razones que no vienen al caso.

 

“Madurez”

Lo he sintetizado en algunos puntos ya que el concepto no es fácilmente abarcable.

  • Vivir vinculado a la verdad. Comprometido en la verdad. Es decir, reconociendo como prioridad número uno la conciencia propia. Rindiéndome a mi conciencia y siendo así dueño de mi voluntad. La conciencia ya estaba ahí. No soy inventor, soy descubridor. Conformo mis días a la verdad de mi conciencia.  Antes todo era manipulación para adecuar todo y todos a quedar bien, a lograr mis metas (oscuras, por otro lado) a engañar y mentir para conseguir mis fines. Era narcisista y ladino, era el juego del yo-yo. El mi-me-mi-conmigo. Todo el mundo va a lo suyo, menos “yo” que voy a lo mío y gano.
  • La conciencia. Mi conciencia no es algo, es alguien. Aquí hago una loa a mi amistad con ese alguien: es una relación íntima y tierna que siempre me acompaña y me ha acompañado.
  • Vivir en modo discernimiento de mi verdad es la forma en la que creo estar viviendo. Y en cierto modo haber vivido. Aún en los años más inconscientes y temerarios, siempre ha habido un poso de conciencia acercándome a la madurez – en aquellos años lejana – y siempre con ayuda de los demás.
  • Tono de vida o vitalidad (que llaman en Spiral). Modificar los estados de ánimo son un punto de madurez claro y un logro de la voluntad. A los niños les decimos “vence la pereza”. Los adultos dicen que se saben vencer a ellos mismos, jejeje. Gestionar la tristeza, la depresión, la abstinencia con sus sendas oscuras, la ira y el mal genio y luego la arrogancia y la prepotencia (tantas veces causantes de recaídas) me consigue en estos días encontrar un tono interior de esperanza, optimismo, alegría y paz. Esto es madurez…por lo menos la mía.
  • Fortaleza interior ante las adversidades. No fortaleza agresiva sino saber aguantar los golpes, saberme levantar de las caídas, saber que las cosas no salen como las preveo y no frustrarme, sino aceptarlo.
  • Autoestima. Siempre la tuve mal colocada. Me estimaba porque los demás me estimaban. Eso va en contra del significado propio de la palabra autoestima. Creo que ahora me quiero por ser lo que soy y porque los míos me quieren y quieren que me quiera, al margen de éxitos o triunfos y logros plausibles.
  • El abusón, machista. Siempre me han intimidado las mujeres porque me encantan. En la mili yo veía cómo muchos reclutas presumían de haber estado con un ejército de mujeres y haber abusado de ellas y de tenerlas, al parecer, a sus pies. Nunca me lo creí. Seguro que eran mentiras y exageraciones…si era verdad es muy triste y si era mentira es peor. El abusón, aunque sean verdad sus abusos o fantasía, no es consciente de la división interna que le produce ese machismo y, si lo hace por ocultar o enmascarar otro tipo de taras, queda ante cualquiera como el tarado que es. Vivir sin divisiones en la ternura, el amor, el deseo y el sexo es una de las mejores recompensas de la madurez.

Siempre fui mal estudiante pero espero la digna consideración de mis terapeutas para aprobar el parcial, sin pretender con ello altas, bajas o medias.

Autor: Paciente en tratamiento por adicción al alcohol.

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