Procrastinar: aplazar una obligación o un trabajo. Las acciones y los actos dicen mucho de las personas. Somos lo que decimos y lo que hacemos. Pero las palabras se demuestran con actos. A lo largo de varias sesiones, este tema ha salido mucho.
Muchas veces actuamos sin saber por qué lo hacemos y no actuamos por miedo, pereza… y pensándolo bien, solemos buscar el por qué de las cosas. Sin embargo, siempre es bueno encontrar la base y la razón de lo que nos divulga por la mente, pero creo que hay que pensar más allá: en el para qué. Pienso que esta pregunta abarca muchos más aspectos que el simple ¿por qué? de las cosas.
¿Para qué dejo las cosas para luego? ¿Para qué como a escondidas? ¿Para qué miento? ¿Para qué he consumido? ¿Para qué me autoengaño?…
La respuesta al “por qué” apunta a las causas, muchas veces éstas suelen tener una atribución más externa, que te traen a la situación. Y, sin embargo, el “para qué” te pone en un espacio más amplio y creativo que espera por un propósito; una razón de ser. El lenguaje y la narrativa nos define y nos ayuda a construir nuestra realidad. Al formular la primera pregunta buscamos encontrar una explicación sobre ciertos acontecimientos y que ésta, en la mayoría, encuadre con nuestras ideas y patrones de experiencias vividas. Nos sitúa en un lugar donde hay una justificación clara.
Según mi punto de vista, en terapia es, por lo tanto, esencial saber preguntar significativamente. Hay que saber formular aquella pregunta que te haga pensar de manera crítica, racional y emocionalmente.
Por lo tanto, cuando formulamos el “para qué” creo que nos ayuda más a dar sentido y dirección a nuestros pensamientos. Abarca muchos más aspectos intentando dar un sentido práctico y buscando un propósito mayor.
Es muy importante hacer que nuestros pacientes reflexionen, conecten y entiendan sus pensamientos, emociones y conductas.
Autora: Claudia Muñoz Perales. Alumna de 4º Grado en Psicología.
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