Hablar de psicoterapia es hablar de encuadre, de reglas y normas, de “mise en place” y de puesta en escena.
A pesar de la crucial importancia que posee esta liturgia moderna en el abordaje de los problemas mentales, la práctica totalidad de los alumnos en formación (profesionales “in status nascendi”) quedan sorprendidos cuando se les habla del espacio físico (disposición de las salas de terapia) y de cómo recibir y despedir a pacientes. Cuestiones todas que no quedan suficientemente recogidas en los manuales dedicados al ejercicio psicoterapéutico, pero que resultan decisivas en la praxis profesional.
Componentes esenciales en el cómputo terapéutico global
Preocupados más por temas de contenido y de manejo técnico, en ocasiones los programas formativos olvidan que gestos del día a día como saber presentarse ante las personas que acuden a consulta, la apariencia física que se les ofrece, el manejo del lenguaje verbal y no verbal y el entorno que cada terapeuta diseña para hacer terapia (incluso si está predefinido por la entidad en que se trabaje si no se dispone de despacho propio), son componentes esenciales que puntúan tanto a favor como en contra en el cómputo terapéutico global.
Son muchos los actos docentes en que he intentado animar a mis sufridos oyentes – y siempre y cuando las circunstancias lo permitiesen– a que considerasen como formación complementaria a la estrictamente técnica la práctica de actividades como el teatro, la oratoria, la expresión corporal, la decoración y la estética en cualquiera de sus vertientes.
Este consejo puede parecer una invitación a que la terapia se transforme en una especie de guiñol artificioso y el profesional en un “hombre orquesta” que mantenga viva la herencia de los antiguos (y modernos) mercaderes de elixires mágicos, utilizando el asombro del público para dulcificar la estafa que en realidad perpetra.
El setting en la acción terapéutica
No, antes bien, creo que la aptitud de convertir la terapia en un espectáculo visual sugerente y acogedor para sus pacientes, hace del terapeuta un director de escena capaz de utilizar el setting como un componente más en la acción terapéutica, decisivo casi siempre, con el fin último de mejorar sus resultados. Dicho de otra manera, si bien es cierto que se pueden vender tan sólo humo y luces de colores, no cabe duda de que una oferta terapéutica consistente se beneficia del atractivo de una presentación que comprometa en la misma, tanto el aparato sensorial del paciente, como el del propio terapeuta (terapia con los cinco sentidos).
Mención aparte a lo dicho merece una de las piedras angulares del setting sobre la que se construye el vínculo terapéutico o alianza de trabajo, y que es el contrato terapéutico.
Este documento no es tan sólo un fedatario de las condiciones en que se desarrollará el futuro proceso terapéutico sino que, a la postre, diferencia las relaciones de ayuda profesionalizadas de otros tipos de relaciones, y además es en sí mismo la primera gran intervención psicológica. Si bien no es realmente un proceso terapéutico, el contrato delimita el conjunto de constantes gracias a las cuales puede desarrollarse la terapia, convirtiéndose en el encuadre y en el marco que albergan el tratamiento.
Con más cosas en común de las que se quieren admitir, cada modelo de terapia ha propuesto su propio setting tanto en términos de disposición física, como de componentes conceptuales e, incluso, de sistema normativo. Freud consiguió incluir en el acervo cultural la proverbial imagen del diván y la del psicoanalista detrás de su paciente reflexionando o tomando notas (por no hablar del reloj que mide el tiempo de consulta y avisa cuando éste llega a su fin).
Más tarde llegaron las disposiciones terapéuticas “face to face”, e incluso la cuidada puesta en escena que resulta icónica del modelo sistémico, sobre todo de sus modalidades más precoces (uso de la cámara Gesell, de las llamadas entre equipo y terapeuta en presencia de las familias, las pausas para consultar con el equipo tras el espejo unidireccional dejando solos a los familiares, las elaboradas devoluciones con que acababan las sesiones o todo el aparato técnico que se dio en llamar “equipo reflexivo”).
Hágase como se haga, el setting, tanto en lo estético como en lo normativo, es un aliado o un oponente del juego terapéutico y conviene recurrir al sabio refranero español cuando sentencia “lo bien hecho, bien parece” para darle la vuelta y afirmar “si parece y luce bien y encima está bien hecho, mejor que mejor”.
Autor: Leandro Palacios Ajuria, Psicólogo Clínico