1. Creer que ayudar consiste en sustituir. La ayuda debería centrarse en acompañar, colaborar y también en pedir algo a cambio, no en hacer todo el trabajo.
2. Querer al familiar que queremos y no al que tenemos. En ocasiones nuestras expectativas no se ajustan a la realidad. Hay que aceptar a las personas tal y como son, sin proyectar nuestras frustraciones en ellas.
3. Creer que en la recuperación existen atajos. La terapia no contiene métodos mágicos que nos digan lo que debemos o no hacer. Así que tocará ser pacientes, estar presentes, establecer objetivos a largo tiempo, aprender de la experiencia y del ensayo-error.
4. Allanar el camino para evitar que sufran o se equivoquen. Evitemos la sobreprotección y asumamos que la adversidad forma parte de la vida. Evitemos hacerles dependientes, inseguros y sin una buena tolerancia a la frustración. Dejémosles caer, probar, errar y volver a empezar.
5. Olvidar que el ocio es uno de los aspectos más importante para el desarrollo psicológico. No abarrotemos sus agendas y permitámosles aburrirse pero no abandonarse.
6. Ignorar o minimizar los sentimientos de nuestros familiares. La educación emocional es uno de los aspectos más importantes de la recuperación. Aprendamos a permitirles expresar las dudas o miedos, a conectar con las emociones sin temor a sentir emociones negativas.
7. Oír sin escuchar, utilizando un código distinto. El diálogo debe ser un pilar en la comunicación con nuestros familiares. Aprendamos a conversar con ganas de entendernos, a escuchar de forma empática, a respetar su forma de pensar o de hacer.
8. Actuar en función de nuestro estado de ánimo. Las normas deben ser siempre las mismas independientemente del día que hayamos tenido. Actuemos siempre de igual forma controlando el humor provocado por el cansancio o el estrés. Evitemos la disparidad entre distintos familiares, trabajemos en equipo.
9. Educar sin límites y responsabilidades. Si nuestros familiares crecen sin normas claras serán personas con dificultades para vivir en sociedad. Enseñémosles qué deben o no hacer, hagámosles responsables de sus decisiones, motivémosles a asumir riesgos y a asumir las consecuencias de sus actos.
10. Comparar constantemente a nuestros familiares con otras personas sólo puede provocar celos, envidias y baja autoestima. Cada paciente merece ser tratado de forma personalizada porque es único e irrepetible.
11. Hablar y actuar con poca coherencia. El ejemplo es el lenguaje más persuasivo y por eso debemos ser consecuentes entre lo que hacemos y decimos. Un mal ejemplo llenará nuestra comunicación de incongruencia y decepción.
12. No pedir ayuda cuando lo necesitemos. Compartamos nuestras dudas o miedos con las personas que más queremos y confiamos, busquemos momentos para cultivar nuestras aficiones, cuidémonos para poder acompañar con mucha tranquilidad, sentido común y del humor.