El siguiente texto transcribe la respuesta vía email a una alumna de máster durante sus prácticas en la Fundación Instituto Spiral por parte de Leandro Palacios, psicólogo clínico de la entidad, respecto a ciertos aspectos técnicos de la psicoterapia individual.

Alumna:

Voy a iniciar el escrito de esta semana con una reflexión que espero no me haga suspender todo el periodo de prácticas, y es que esta semana me ha dado la sensación de que algunos pacientes del centro de día están faltos de terapia individual. (…) Por favor, espero que esto no se entienda como una crítica ni al método ni a la terapia grupal, porque negar que la terapia grupal funciona o decir que la individual es mejor sería, simplemente, una estupidez. Es tan solo una sensación con la que he salido esta semana y que tampoco me atrevo a generalizar, porque es posible que se deba a las características de cada persona. (…) Pero sí, he salido con la idea de que hay cosas que no han trabajado en el grupo en el que han estado y que se podrían tocar de manera individual. Entiendo que, en breve, al pasar al régimen ambulatorio, toda la dinámica cambiará y sean capaces de explorar y ahondar en aquello que se han quedado sin trabajar en el centro de día.

Leandro Palacios:

Hola,

El formato psicoanalítico clásico (ya prácticamente descartado incluso entre los analistas más ortodoxos) contempla un régimen de terapia individual en la que caben entre dos y cinco o más consultas semanales, precisamente para conseguir abordar mediante la intensidad que se supone que imprime dicha frecuencia terapéutica todos los problemas, traumas y conflictos del paciente. Esta manera de proceder en la época victoriana tenía sentido pues quienes recibían psicoanálisis eran personas acomodadas y con mucho tiempo libre. En la actualidad no sólo no sería viable para una gran parte de la población por motivos obvios tanto económicos como temporales sino que, yendo más allá, como profesionales de la terapia deberíamos tener en cuenta que:

  • Por muy intensa y extensa que resulte la intervención terapéutica, no lo va abarcar todo pues los propios pacientes van descubriendo mucho de lo que les sucede según se desarrolla su proceso y, además, siguen acumulando nueva experiencias mientras se tratan. En definitiva, la realidad va por delante de la terapia.
  • Los propios pacientes tienen que ejercer como terapeutas de sí mismos e intervenir hasta donde puedan en sus procesos y contenidos psicológicos sin el concurso constante de los profesionales que les atienden. Una terapia eficaz nace de la conjunción entre lo “in” (lo que se hace en los espacios terapéuticos) y lo “out” (lo que pasa fuera de los mismos). Si no fuera así, hacer terapia se convertiría en un proceso excesivamente absorbente (una dependencia incluso) y sustituiría a la propia vida, con los peligros que supone (la terapia es un instrumento, nunca un fin en sí mismo).
  • Además, en el caso de las adicciones y de todos los demás cuadros clínicos en los que la persona tenga que mejorar su autonomía personal (que son muchos), si los terapeutas asumiéramos en demasía la responsabilidad sobre los problemas individuales de nuestros pacientes, no sólo acabaríamos fomentando lo contrario de lo que se busca (la propia autonomía) sino que, como hemos hablado en otras ocasiones, quedaríamos secuestrados emocionalmente por los conflictos de nuestros pacientes, seríamos víctimas de burnout y, encima, no serviría para nada.

 

Bueno, seguro que no te he descubierto gran cosa y tampoco quisiera que lo que te comento sonara ni defensivo ni justificatorio. Sólo te traslado algunas de las reflexiones que también yo me he ido haciendo a lo largo de todos estos años.