Hoy intento volver a esa cotidiana tranquilidad donde tan a gusto estaba asentado, y me fue cortada de raíz en aquel día que hoy me parece tan lejano de mediados de marzo.
No encuentro el camino correcto y doy vueltas y vueltas sin estar a gusto en una solución, aunque solo sea pasajera, que al menos me calme en este momento de mi vida.
Hoy me encuentro en lo que podríamos llamar un sentimiento pandémico. No sé bien qué quiero, quién soy, ni mi dirección. Necesito una reconstrucción pero solo veo espacios deteriorados.
Aquel día sin pedirme permiso un mundo desaparecía, y otro renacía. Y sin quererlo se coló en mí. Yo no quise, pero me vi envuelto y aunque me sentía muy fuerte, el vendaval pudo con todo.
He sentido con muchísima fuerza el dulce abandono callado de todo. He estado aplastado en esas noches que me parecían con más silencio que nunca y donde intentaba situarme con incesantes preguntas y no podía.
Y necesitaba con fuerza valorar esas pequeñas cosas por donde a diario saltamos sin darle importancia, y que ya obviaba, que ya no veía y que son mi base. Valorar esas pequeñas cosas.
Y me he dado cuenta de algunos detalles muy importantes para mí. De hecho solo los he refrescado. Y entre mis favoritos estarán siempre mis libros, mis viajes y mis fotos que nunca me abandonarán. Al fin y a la postre mi vida con sus acompañantes.
Y esa ventana, y ese cielo y ese vencejo chillón. Detalles que tanto me ayudaron en la densa espera y que se repitieron día tras día y yo buscaba como medicina.
Y cuando no hay otra cosa, un detalle es un trofeo.
Y no se me olvida la dulce decisión de abandono que tomé ya hace tres años y medio.
AUTOR: Paciente en tratamiento por adicción al alcohol