Considero que la confianza es uno de los pilares fundamentales sobre los que se construyen las relaciones personales, ya sean profesionales o afectivas. Es un sentimiento sin el cual es muy difícil establecer un vínculo, y verse desposeído de este preciado sentimiento es casi una condena al ostracismo.

La confianza va más allá de la fe. Necesita de la constatación de hechos, de evidencias empíricas que la fe no posee (o no siempre). Estas evidencias han de sustentarse, como digo, en unos hechos, hechos tangibles. Es una condición sine qua non. Nacemos con ella, lo que ha permitido que el hombre se convierta en un ser gregario, ya que ha sido el pilar fundamental para la aceptación del individuo y la posterior integración al grupo. Desgraciadamente, hay que cultivarla, regarla con actos. Qué rápido se pierde y cuánto tarda en recuperarse.

Uno no es consciente de su valor hasta que se ve desposeído de ella.

Creo que no hay mayor castigo emocional que esa pérdida que trae consigo la frustración y la penuria. A veces, yo así lo he hecho, uno reacciona contra lo que considera una injusticia y se genera una profunda inquina contra aquel que ha osado desvestirle de ese manto protector que es la confianza, ¿es posible que no se fie de mí? Le he jurado que nunca más, ¿es capaz de no creerme? Es doloroso comprobar cómo la persona que tienes enfrente duda de tu palabra. Ya se puede jurar en arameo que ni aun así se logra un resquicio por el que entre la luz en la profunda oscuridad de la duda. Uno ya está sentenciado. Es una condena eterna y que siempre pesará más que la duda razonable, este comodín está más que gastado.

El tiempo pasa, uno evoluciona, va perdiendo los lastres de la dependencia. Con ellos se van también la mentira y el autoengaño. Comienza el tránsito por un camino en el que hay que superar distintas etapas. La primera, y creo que la más importante, es la del reconocimiento. Es duro reconocer la culpa, pero hay que claudicar y asumir el problema. El segundo paso es tratarlo, un día tras otro, con la ayuda de profesionales y, sobre todo, con la de uno mismo. Ya no conviene prometer, tampoco valdría de mucho, es el momento de hacer. “Por sus obras les conoceréis”, como está escrito en el Evangelio, y así es. Es en esta nueva etapa cuando rebrota un sentimiento oculto tras toneladas de mentiras, sentimiento que marca el inicio del cambio: la autoconfianza. Comienza, casi en paralelo, otro proceso esta vez externo, casi más relevante que el anterior, por lo que implica y por lo que trae consigo: la recuperación de la confianza de los demás. Pero ya no es la misma, creo que nadie puede llevarse a engaño. Hay un poso, una sombra que difícilmente va a desaparecer y que estará ahí hasta los restos ¿Es injusto?, ¿no vale el cambio experimentado?, con lo bien que lo estoy haciendo. Sí vale, sin ninguna duda. Tenemos que asumir que ya nunca será igual, creo casi imposible que desaparezca la sombra de la duda, por pequeña que sea, por oculta que esté. Aun así todo el proceso vivido merece la pena, recuperar parte de esa prístina confianza es un premio más que notable, una recompensa ganada a pulso. Nunca será igual, eso está claro, pero sigue mereciendo la pena.

AUTOR: Paciente en tratamiento por adicción al alcohol