Paciente en tratamiento por alcoholismo

Hace un mes, en la reunión primera del grupo, conté que me sentía triste, perdida y desorientada. Cómo, acostumbrada a tener siempre un objetivo claro a seguir, ahora estaba nadando sin rumbo. Ahora después de un mes y varias capas de cebolla que me he ido quitando en nuestras sesiones, me he dado cuenta de que estaba totalmente equivocada en esa visión.

Es cierto que todo es según nos lo contamos. Percibimos las cosas según nosotros nos las contamos y así nos autoconvencemos de que estamos en lo correcto. Así es que me he dado cuenta de que estaba equivocada. Mi objetivo está claro: quizás está más claro que antes, pero no quería verlo. Estaba acostumbrada a que mi objetivo era algo externo, fuera de mí, y ahora sé que mi objetivo soy yo. Este año no mas clases, no más líos, no más cosas para rellenarme huecos y taparme lo que no quería ver. Ahora sé que lo único importante soy yo y a eso tengo que dirigir mis ganas y mis esfuerzos. Mi objetivo soy yo.

Ahora me he dado cuenta de que cuando me sentía triste, perdida y desorientada, no era ni más ni menos que estaba en el camino. Lo que ocurre es que no era el mismo camino de siempre, no era el camino que estaba acostumbrada a tomar para fijar mi objetivo o mi vida: era un camino nuevo y de ahí mi desorientación. Sé que esa tristeza no era ni más ni menos que el principio del cambio, el principio de dejar una forma de ver la vida, de ver las cosas y de salir de esa rutina de pensar y de actuar.

Esa desorientación es la que se siente cuando se sale de lo que llaman ahora ¨tu zona de confort¨. Cuando llegas aquí y te plantean tu nueva forma de vida, también te sientes perdido; con ganas o no, pero perdido y desorientado, pues no sabes cómo reaccionar ante lo nuevo que se te avecina. Pero también sabemos que estamos sobre el camino y que es un cambio que va a ser para bien.

Después de reconocer ese camino y aceptarlo, me he dado cuenta de que esa etapa de tristeza y de desorientación no es ni más ni menos que otra etapa más. Es una etapa que te va a llevar a la siguiente etapa de tu vida y te estás despidiendo de todo lo anterior. Estoy – o estamos – pasando a una etapa nueva, donde nuestros antiguos cánones no valen igual. Se abre una etapa nueva, una forma nueva de vivir y todo lo que eso conlleva y cada vez estamos más cerca de nosotros mismos. Antes no nos queríamos ver, no éramos capaces de vernos y ahora, cada día que pasa, estamos más encantados con ser nosotros mismos.   

Leandro Palacios (psicólogo clínico)

He aprendido a fuerza de experiencias (muchas de ellas incómodas) que el desconcierto, la extrañeza, la tristeza, la desorientación y otros sentimientos negativos que experimentan los pacientes a lo largo de su proceso terapéutico señalan a las claras que algo profundo está cambiando en sus vidas y en sus personalidades.

No justifico con ello el sadismo encubierto de algunas maniobras terapéuticas destinadas a inducir premeditadamente tales vivencias. Pero creo preciso que, una vez llegan, aprendamos a recibirlas y a interpretarlas como señales de cambio; como indicadores favorables, aunque incómodos, de que se avanza en buena dirección o, al menos, en una dirección diferente a la que transitaban los pacientes antes de iniciar su terapia.

“Todos los cambios, aun los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía”. Anatole France, escritor francés premio Nobel de Literatura en 1921.

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