Furtwängler amenazó con renunciar a menos que se levantara el boicot contra Hindemith y escribió cartas abiertas a la prensa donde defendía al compositor. A pesar de ello, procuraba evitar conflictos con el partido nazi y esquivaba las críticas de las autoridades. Finalmente se estableció el poder del régimen nazi sobre la expresión artística. Bajo la presión de Goebbels, Hindemith solicitó una licencia indefinida de su puesto en la Academia de Berlín y aceptó la invitación del gobierno turco para fundar una escuela de música en Estambul. Luego de la guerra, como sucedió con la mayoría de los artistas que continuaron trabajando con el apoyo nazi, a Furtwängler le prohibieron una función. Sin embargo, en uno de los juicios de desnazificación más controvertidos, él exitosamente adujo que se quedó en Alemania para resistir al totalitarismo, preservar la música alemana e interferir en la política nazi por los intereses de judíos, anti nazis y artistas. Firme en la creencia de haber hecho lo correcto, el director de orquesta, ya mayor, dijo que: …traté de ponerme a prueba. No soy mejor que otros pero intenté ser leal a mi tendencia básica, la que me motivó: el amor por mi tierra natal y mi pueblo, un concepto físico y espiritual y la sensación de responsabilidad hacia la prevención de la injusticia. Sólo aquí podía luchar por el alma del pueblo alemán. Afuera, la gente sólo puede protestar y cualquier hace eso.
Fuente: La música y el holocausto:
http://holocaustmusic.ort.org/es/politics-and-propaganda/third-reich/hindemith-paul/