Yo bebía para enfrentarme a mi soledad y a mi infelicidad, por la mañana para soportar el día que se me venía encima, y a lo largo del día por ese y por cualquier otro motivo (que siempre hay) y en definitiva para soportarme a mí misma por no saber salir de este infierno en el que estaba metida debido al alcohol, porque yo, como todos los demás, también podía dejarlo cuando quisiera y también controlaba. Nada menos cierto. Vivir no es beber y de eso me doy cuenta ahora que no consumo alcohol y soy feliz, cuando hay ocasión para ello, con un vaso de agua o un refresco, y hasta sin él, y no por ello me siento diferente a los demás.
El alcohol condicionó toda mi vida, no sabía enfrentarme a nada sin él, me dio llanto, rabia, tristeza y me discapacitó por completo. Empecé como todo el mundo, con una copa en la mano porque yo sabía perfectamente donde estaba la frontera… hoy soy una persona distinta sin tomar alcohol y con ayuda por supuesto, pero sólo las personas que hayan pasado ese infierno saben de verdad de qué estoy hablando. Siempre se empieza por una copa.